Cupido y Psique
Mitología romana
En un lugar lleno de sol y flores, vivía una princesa llamada Psique. Era tan, tan bonita que la gente decía: "¡Es más bella que Venus, la diosa del amor y la belleza!".
Venus, que escuchó esto, se puso muy, muy celosa. ¡Nadie podía ser más bella que ella! Así que llamó a su hijo, Cupido. Cupido era un chico un poco travieso con alas y un arco con flechas mágicas. Si una flecha te tocaba, ¡te enamorabas al instante de lo primero que vieras!
Venus le dijo: "Hijo, ve y haz que esa Psique se enamore del ser más feo y tonto del mundo".
Cupido voló a buscar a Psique. Cuando la vio durmiendo, tan tranquila y hermosa, ¡zas! Se sorprendió tanto con su belleza que, sin querer, se pinchó con una de sus propias flechas. ¡Y se enamoró perdidamente de Psique! Así que no pudo cumplir la orden de su mamá.
Como Cupido no obedeció, los papás de Psique recibieron un mensaje muy triste de un oráculo: "Psique debe ir a una montaña solitaria. Allí la espera su esposo, un ser misterioso y poderoso al que no debe ver".
Psique, aunque con el corazón encogido, fue valiente. La dejaron en la cima de la montaña, y de repente, un viento suave llamado Céfiro la levantó por los aires y la llevó volando a un palacio maravilloso, ¡parecía hecho de nubes y sueños!
El palacio era de oro y joyas. Había comida deliciosa y música suave, ¡pero no se veía a nadie! Por la noche, su esposo llegaba, pero siempre en la oscuridad total. Le hablaba con una voz dulce y le decía: "Soy tu esposo, confía en mí y sé feliz, pero nunca, nunca intentes verme. Si lo haces, me perderás".
Psique era feliz, pero sentía mucha curiosidad y extrañaba a sus hermanas. Un día, Céfiro trajo a sus hermanas de visita. Al ver tanto lujo y felicidad, sintieron mucha envidia. "¡Cuidado, Psique!", le dijeron con malicia. "Seguro tu esposo es un monstruo horrible, por eso no quiere que lo veas. Deberías mirarlo mientras duerme, ¡quizás tengas que defenderte!".
Psique, aunque quería confiar en su esposo, empezó a dudar por culpa de sus hermanas. Esa noche, con mucho miedo y curiosidad, tomó una lámpara de aceite y un pequeño cuchillo (por si acaso, como le dijeron sus hermanas). Cuando su esposo dormía profundamente, encendió la lámpara con manos temblorosas.
¡Y qué sorpresa se llevó! No era ningún monstruo. ¡Era el mismísimo Cupido, el dios del amor, con sus alas doradas y su rostro perfecto! Psique se quedó tan maravillada que se inclinó para verlo mejor, y una gotita de aceite caliente de la lámpara cayó sobre el hombro de Cupido. ¡Ay!
Cupido despertó de golpe, adolorido y muy triste. "¡Oh, Psique! ¿Por qué no confiaste en mí?", dijo con los ojos llenos de lágrimas. "El amor no puede vivir donde no hay confianza". Y desplegando sus alas, se fue volando por la ventana, desapareciendo en la noche. En ese instante, el palacio mágico también se desvaneció, y Psique se encontró sola y llorando en un campo vacío.
Desesperada, Psique decidió buscar a Cupido por todo el mundo. Finalmente, llegó al templo de Venus. La diosa, al verla, se enfadó muchísimo más. "¡Así que tú eres la que ha distraído a mi hijo y ha causado tantos problemas! Si de verdad quieres a Cupido, tendrás que demostrarlo superando unas pruebas muy difíciles".
La primera prueba fue separar una montaña enorme de semillas mezcladas: trigo, lentejas, amapolas, ¡de todo un poco! "Sepáralas todas antes de que anochezca", ordenó Venus. Psique se sentó a llorar, ¡era imposible! Pero unas hormiguitas amables, sintiendo pena por ella, vinieron en fila y, trabajando sin parar, separaron cada montoncito de semillas. ¡Prueba superada!
Venus se sorprendió, pero no se dio por vencida. "Ahora", dijo, "tráeme lana de oro de unas ovejas muy feroces que pastan al otro lado del río". Esas ovejas eran salvajes y peligrosas. Cuando Psique se acercaba, un junco que crecía en la orilla del río le susurró: "No te acerques ahora, te lastimarán. Espera a que el sol caliente y las ovejas busquen la sombra para dormir la siesta. Entonces podrás recoger los mechones de lana dorada que dejan enganchados en los arbustos". Psique hizo caso y consiguió la lana. ¡Prueba superada!
Venus estaba cada vez más molesta. "Bien", gruñó. "Ahora quiero que me traigas agua de la fuente que alimenta el río Estigia, el río del inframundo. Nace en una montaña altísima y resbaladiza, custodiada por dragones". Psique llegó al pie de la montaña y vio que era imposible subir. Pero un águila real, el ave de Júpiter, el rey de los dioses, bajó volando, tomó el jarrón de cristal con sus garras y voló hasta la cima, llenándolo con el agua oscura y helada. ¡Prueba superada!
La última prueba era la más peligrosa. "Ve al reino de Proserpina, la reina del inframundo", ordenó Venus, "y pídele que te dé un poquito de su belleza en esta cajita. Pero te advierto: ¡por nada del mundo abras la caja!".
Psique, con ayuda de una torre parlante que le dio instrucciones, logró llegar al inframundo y Proserpina, conmovida por su amor, le dio la cajita. Pero de regreso, justo antes de llegar al templo de Venus, la curiosidad pudo más que ella. "Solo un poquito", pensó. "¿Qué clase de belleza divina habrá aquí?". Abrió la caja y... ¡de ella no salió nada visible, sino un sueño profundo y helado que la hizo caer desmayada, como si estuviera muerta!
Mientras tanto, Cupido, ya curado de su herida pero con el corazón roto por extrañar a Psique, se escapó de donde su madre lo tenía. Volando, la encontró dormida en el suelo. Con mucho cuidado, limpió el sueño mágico de sus ojos y lo guardó de nuevo en la caja. Luego, la despertó con un suave pinchacito de una de sus flechas (¡pero esta vez una que solo despertaba!).
"¡Ay, Psique, otra vez tu curiosidad casi nos separa!", le dijo con una mezcla de reproche y ternura.
Cupido voló rápidamente al Olimpo, donde vivían los dioses, y le pidió a Júpiter, el rey de todos ellos, que los ayudara. Júpiter, al ver el amor tan grande que se tenían, sonrió. Convocó a todos los dioses, incluida Venus (que seguía un poco enfadada, pero tuvo que aceptar), y anunció que Cupido y Psique se casarían. Para que pudieran estar juntos para siempre, Júpiter le dio a Psique a beber ambrosía, la bebida de los dioses, ¡y Psique se volvió inmortal!
Así, Cupido y Psique celebraron una gran boda en el Olimpo, con música, alegría y todos los dioses como invitados. Y vivieron felices para siempre, demostrando que el amor verdadero, con confianza y valentía, puede superar cualquier obstáculo, ¡incluso los que ponen las diosas celosas!
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