• Neptuno y el dios del mar

    Mitología romana
    ¿Sabes quién vive en lo más profundo del océano, donde los peces de colores nadan y las algas bailan como si estuvieran en una fiesta? ¡Pues es Neptuno, el gran rey del mar!

    Hace muchísimo, muchísimo tiempo, cuando el mundo era todavía muy joven, Neptuno y sus dos hermanos, Júpiter y Plutón, decidieron repartirse los reinos. A Júpiter, el más poderoso, le tocó el cielo azul con todas sus nubes y estrellas brillantes. A Plutón, un poco más serio, le tocó el mundo de abajo, un lugar lleno de misterios.

    Y a Neptuno, ¿qué crees que le tocó? ¡Claro! El inmenso, maravilloso y a veces un poquito revoltoso mar. ¡Todo el océano, desde la orilla donde juegas con la arena hasta las profundidades más oscuras, era suyo!

    Neptuno era un dios fuerte, con una barba larga que parecía hecha de espuma de olas y unos ojos azules como el agua más clara. Casi siempre llevaba en su mano un tridente, que es como un tenedor gigante pero con solo tres dientes muy puntiagudos. ¡Pero no era para comer! Con su tridente, Neptuno podía hacer cosas increíbles. Si lo golpeaba contra el agua, ¡pum!, las olas se levantaban enormes y juguetonas. Si estaba tranquilo, el mar se volvía liso como un espejo.

    A Neptuno le encantaba pasear por su reino. A veces iba en un carro tirado por caballos marinos, que no eran como los caballos que conoces, ¡estos tenían aletas y colas de pez! Otras veces, simplemente nadaba acompañado por delfines saltarines y peces de todos los colores que le hacían cosquillas con sus aletas.

    Cuando Neptuno estaba contento, el mar estaba en calma, perfecto para que los barcos navegaran y los niños jugaran en la playa. Los peces nadaban felices y el sol brillaba sobre las aguas. Pero ¡ay, si Neptuno se enfadaba! Entonces el cielo se ponía gris, el viento soplaba fuerte y las olas se volvían gigantes y chocaban con fuerza contra las rocas. ¡Incluso podía hacer temblar la tierra un poquito! Por eso, los marineros siempre le pedían con mucho respeto que mantuviera el mar tranquilo para sus viajes.

    Un día, Neptuno vio a una ninfa del mar muy hermosa llamada Anfitrite. Era tan bonita que Neptuno quiso que fuera su reina. Al principio, Anfitrite era un poco tímida y se escondió, pero un delfín muy simpático fue a hablar con ella y le contó lo bueno que era Neptuno. Al final, Anfitrite aceptó y se convirtió en la reina de los océanos, ayudando a Neptuno a cuidar de todas las criaturas marinas.

    Así que, la próxima vez que vayas a la playa y veas las olas ir y venir, o si sientes la brisa marina en tu cara, recuerda a Neptuno. Él está allí, en su palacio de coral, cuidando de su enorme casa azul, a veces jugando con las olas y otras asegurándose de que todo esté en orden en el vasto y maravilloso mundo submarino.

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