• La caza del jabalí de Calidón

    Mitología griega
    En un reino soleado llamado Calidón, donde los árboles daban frutas jugosísimas, vivía un rey llamado Eneo. Un día, el rey Eneo decidió hacer una gran fiesta para dar las gracias a los dioses por todas las cosas buenas que tenían. Preparó ofrendas para casi todos, pero ¡oh, sorpresa!, se olvidó de una diosa muy importante: Ártemis, la diosa de la caza y de los animales salvajes.

    Ártemis, al ver que no la habían invitado ni le habían dado las gracias, se enfadó un poquito... bueno, ¡bastante! Y para que el rey Eneo aprendiera a no olvidarse de ella, decidió enviar un pequeño problemita a Calidón. Pero no era un problemita cualquiera, ¡era un jabalí gigante! Un jabalí con colmillos afilados como cuchillos y una piel tan dura que parecía una armadura.

    Este jabalí, que estaba muy, muy malhumorado, empezó a corretear por todo Calidón. Destrozaba los campos de trigo, asustaba a las ovejas y hacía que la gente corriera a esconderse en sus casas. ¡Nadie sabía qué hacer con semejante bestia!

    El rey Eneo, muy preocupado, pensó: "¡Necesito ayuda!". Así que mandó mensajeros por toda Grecia, llamando a los héroes más valientes y fuertes para que vinieran a cazar al terrible jabalí.

    Poco a poco, empezaron a llegar héroes famosos. Hombres con músculos grandes y lanzas brillantes. Y entre todos ellos, llegó también una joven llamada Atalanta. Atalanta era una cazadora increíble, corría más rápido que un ciervo y tenía una puntería con el arco que ni te imaginas.

    Algunos de los héroes, al ver a Atalanta, se pusieron a susurrar: "¿Una chica en la caza? ¡Pero si esto es cosa de hombres!". Pero Meleagro, el hijo del rey Eneo, que era un joven muy valiente y justo, dijo: "¡Claro que sí! Atalanta es una cazadora excelente y será de gran ayuda".

    Así que, todos juntos, los héroes y Atalanta, se adentraron en el bosque en busca del jabalí. ¡La caza fue muy emocionante y peligrosa! El jabalí era astuto y muy fiero. Algunos cazadores tropezaron, otros perdieron sus lanzas.

    De repente, Atalanta vio al jabalí. Con calma, tensó su arco y ¡zas!, una flecha salió disparada y se clavó en el lomo del animal. ¡Fue la primera en herirlo! El jabalí rugió de dolor y se volvió aún más furioso.

    Los demás héroes se animaron al ver la herida. Después de una larga y difícil pelea, Meleagro, con su lanza, consiguió dar el golpe final al jabalí. ¡Por fin! El monstruoso animal cayó al suelo, vencido.

    Todos estaban muy contentos. Meleagro, como jefe de la caza, decidió que la piel del jabalí, que era el trofeo más importante, debía ser para Atalanta, porque ella había sido la primera en herir a la bestia.

    Pero dos tíos de Meleagro, que eran hermanos de su mamá, se enfadaron muchísimo. "¡No es justo!", gritaron. "¡Esa piel nos pertenece a nosotros, su familia, no a una mujer!". Y trataron de quitarle la piel a Atalanta.

    Meleagro se puso rojo de rabia. ¡Nadie iba a tratar mal a Atalanta ni a discutir su decisión! Así que, en medio del enfado, Meleagro discutió muy fuerte con sus tíos y, en la pelea, los hirió tan gravemente que murieron.

    Cuando Altea, la madre de Meleagro y hermana de los hombres que habían muerto, se enteró de lo que había pasado, se puso terriblemente triste y furiosa a la vez. Recordó algo que le habían dicho unas señoras mágicas, las Moiras, cuando Meleagro nació: le dijeron que su hijo viviría mientras un tronco de leña especial, que ella guardaba con mucho cuidado, no se quemara.

    Con el corazón roto por la muerte de sus hermanos y llena de dolor por lo que había hecho su hijo, Altea tomó una decisión terrible. Fue a buscar el tronco mágico y, llorando, lo echó al fuego.

    A medida que el tronco se convertía en cenizas, Meleagro, que estaba lejos de allí, empezó a sentirse muy débil, como si su propia vida se estuviera apagando con el fuego. Y así, el valiente Meleagro murió.

    Altea, al ver lo que había causado su enfado, se sintió la persona más desgraciada del mundo. La tristeza era tan grande que su corazón no pudo soportarlo más.

    Y así, la gran caza del jabalí de Calidón, que empezó por un olvido del rey Eneo, terminó de una forma muy triste, enseñando a todos que el enfado puede llevar a tomar decisiones de las que luego nos arrepentimos mucho.

    1996 Vistas