El hueso cantor
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un reino donde los árboles eran altos y los problemas, a veces, también, vivía un rey. Este rey tenía una preocupación muy grande: ¡un jabalí enorme y feroz que asustaba a todos en el bosque y destrozaba los campos! Nadie se atrevía a acercarse.
El rey anunció por todas partes: "¡A quien logre cazar a ese jabalí terrible, le daré la mano de mi hija, la princesa, y también la mitad de mi reino!"
Muchos lo intentaron, pero el jabalí era demasiado astuto y fuerte.
En ese reino vivían dos hermanos. El hermano mayor era un poco egoísta y pensaba que era el más listo de todos. El hermano menor, en cambio, era bueno, de corazón puro y siempre amable.
Ambos hermanos decidieron ir a cazar al jabalí. El mayor, muy seguro de sí mismo, tomó el camino principal del bosque. El menor, más humilde, tomó un sendero más pequeño.
Mientras el hermano menor caminaba, se encontró con un hombrecito pequeño con una barba blanca que le dijo: "Veo que tienes un buen corazón. Toma esta lanza de hierro. Si golpeas al jabalí con ella, no te podrá hacer daño y lo vencerás".
El hermano menor agradeció mucho al hombrecito, tomó la lanza y siguió su camino. No tardó en encontrar al temible jabalí. El animal corrió hacia él con furia, pero el joven, valiente, usó la lanza mágica y, ¡zas!, derrotó al jabalí.
¡Qué contento estaba! Cargó al enorme jabalí sobre sus hombros y emprendió el camino de regreso al castillo.
Cerca del castillo, había una posada donde la gente celebraba y bailaba. Su hermano mayor estaba allí, bebiendo y pensando que el jabalí ya habría acabado con su hermano pequeño. Cuando vio a su hermano menor llegar, cargando el jabalí, sintió una envidia terrible.
"¡Hermano!", gritó el mayor con una sonrisa falsa. "¡Qué alegría verte! Ven, descansa un poco antes de ir al rey".
El hermano menor, que confiaba en su hermano, aceptó. Pero cuando pasaban por un puente, el hermano mayor, aprovechando un descuido, empujó a su hermano, lo golpeó y lo enterró debajo del puente. Luego, tomó el jabalí y se lo llevó al rey, diciendo que él lo había cazado.
El rey, sin saber la verdad, cumplió su promesa. El hermano mayor se casó con la princesa y recibió la mitad del reino. Todos pensaban que el hermano menor se había perdido en el bosque.
Pasaron muchos, muchos años. Un día, un pastor llevaba a sus ovejas a pastar cerca de aquel puente. Mientras las ovejas comían, el pastor vio un huesito muy blanco y brillante asomando de la tierra. "¡Oh, qué hueso tan liso!", pensó. "Será perfecto para hacer una boquilla para mi cuerno".
Así que tomó el hueso, lo limpió y talló una boquilla. Cuando sopló por primera vez en su cuerno con la nueva boquilla, ¡el hueso empezó a cantar! Cantaba una canción muy clara y un poco triste:
"Ay, pastorcito querido,
en mi hueso estás soplando.
Mi hermano me quitó la vida,
por el jabalí me fue enterrando,
bajo el puente, escondido,
mientras él se iba alegrando."
El pastor se quedó con la boca abierta. ¡Un hueso que cantaba! Corrió emocionado a mostrarle su maravilloso cuerno al rey.
Cuando el pastor tocó el cuerno delante del rey, el hueso volvió a cantar su triste canción. El rey escuchó con atención y comprendió todo. Ordenó que cavaran debajo del puente, y allí encontraron los huesos del hermano menor.
El hermano mayor no pudo negar lo que había hecho. Su cara se puso pálida y confesó su terrible acción. Como castigo por su maldad, fue encerrado para siempre.
Los huesos del hermano bueno y valiente fueron llevados al cementerio del castillo y enterrados con todos los honores. Y aunque la historia fue triste por un tiempo, la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz, a veces, ¡hasta cantando!
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