• El león, el oso y la zorra

    Fábulas de Esopo
    En un bosque donde los árboles eran altísimos y el sol jugaba entre las hojas, un león muy hambriento buscaba algo para desayunar. No muy lejos de allí, un oso grande y también con mucha hambre, olfateaba el aire con la misma idea.

    De repente, ¡zas! Entre los dos apareció un pequeño cabrito que se había despistado de su mamá.

    "¡Mío!", rugió el león, dando un salto.
    "¡De ninguna manera, es mío!", gruñó el oso, poniéndose en dos patas.

    Y así, el león y el oso empezaron una pelea tremenda. Se daban zarpazos, rodaban por el suelo y levantaban una nube de polvo. Gruñían tan fuerte que los pajaritos salieron volando asustados. Pelearon y pelearon hasta que los dos quedaron agotadísimos, sin poder moverse, tirados en la hierba y respirando con dificultad.

    Mientras tanto, un zorro muy astuto, que había estado observando todo escondido detrás de unos matorrales, vio su oportunidad. Con mucho cuidado, sin hacer ni un ruidito, el zorro se acercó sigilosamente al cabrito, que seguía allí, temblando de miedo. Lo tomó suavemente con su hocico y, ¡puf!, desapareció corriendo entre los árboles.

    Cuando el león y el oso recuperaron un poco el aliento, miraron hacia donde estaba el cabrito. ¡Pero el cabrito ya no estaba! Solo vieron a lo lejos la cola del zorro perdiéndose en el bosque.

    "¡Oh, no!", suspiró el león, demasiado cansado para enfadarse más.
    "Tanto esfuerzo para nada", se lamentó el oso, dejando caer su cabeza sobre sus patas. "Por pelearnos tanto, el zorro se llevó nuestro almuerzo".

    Y así fue como, mientras dos discutían, un tercero se aprovechó.

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