El León y el Mosquito
Fábulas de Esopo
Un día, en la gran sabana donde el sol brilla fuerte, un león grande y fuerte, con una melena que parecía una corona dorada, descansaba bajo un árbol. Se sentía el rey, ¡y lo era! Todos los animales le respetaban.
De repente, un pequeño mosquito, ¡zum, zum, zum!, voló cerca de su oreja.
"¡Oye, León!", zumbó el mosquito. "Dicen que eres el más fuerte, pero yo no te tengo miedo. ¡Te desafío a una batalla!"
El león abrió un ojo, miró al mosquito y soltó una carcajada. "¿Tú, cosita diminuta, contra mí? ¡Qué chiste! Vete antes de que te aplaste sin querer."
Pero el mosquito no bromeaba. "¡Veremos quién ríe al final!", gritó y ¡Zuuuuuum! Se lanzó y picó al león en la nariz, donde no tenía pelo para protegerse.
"¡Ay!", rugió el león, intentando aplastarlo con su enorme pata, pero el mosquito era demasiado rápido y ágil.
El mosquito volaba alrededor del león, picándole en las orejas, cerca de los ojos, en todos los lugares sensibles. El león rugía de furia y dolor. Se lanzaba, daba zarpazos al aire, pero solo conseguía arañarse a sí mismo. ¡Estaba muy enfadado y frustrado!
El pequeño mosquito era tan rápido que el león no podía atraparlo. Después de un rato, el león estaba agotado, lleno de arañazos hechos por sus propias garras, y jadeando.
"¡Basta, basta!", gritó el león. "¡Me rindo! ¡Tú ganas, pequeño fastidio!"
El mosquito, ¡imagínense qué contento!, empezó a volar de un lado a otro, cantando: "¡Le gané al león, le gané al león! ¡Soy el más valiente y el más fuerte!"
Tan ocupado estaba celebrando su victoria y presumiendo, que no vio una telaraña escondida entre unas ramas. ¡Zas! Quedó atrapado en los hilos pegajosos.
Una araña, que había estado observando todo desde su rincón, se acercó lentamente.
"Vaya, vaya", dijo la araña. "Has vencido al poderoso león, pero no has podido conmigo".
Y así, el pequeño mosquito, que había derrotado al rey de la selva, fue comido por una araña.
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