La liebre y la tortuga
Fábulas de Esopo
En un bosque lleno de sol y flores de colores, vivía una liebre muy rápida llamada Veloz. A Veloz le encantaba correr y presumir de lo ágil que era. También vivía allí una tortuga llamada Paciencia. Paciencia caminaba despacito, tomándose su tiempo para todo.
Un día, Veloz vio a Paciencia moviéndose lentamente hacia un charco de agua.
"¡Ay, Paciencia!", se burló Veloz. "¡A ese paso, llegarás al charco cuando ya se haya secado! ¡Eres taaaan lenta!"
Paciencia levantó la cabeza y miró a Veloz con sus ojos tranquilos. "Puede que sea lenta, amiga Liebre, pero soy constante. ¿Qué te parece si echamos una carrera hasta aquel gran roble que se ve en la colina?"
Veloz soltó una carcajada. "¿Una carrera? ¿Tú contra mí? ¡Jajaja! ¡Claro que sí! Será divertido verte intentar alcanzarme."
Los demás animales del bosque se enteraron y se reunieron para ver la carrera. El zorro dio la señal: "¡Preparados, listos, YA!"
Veloz salió disparada como un cohete. ¡Zas! En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba muy lejos. Miró hacia atrás y apenas podía ver a Paciencia, que había empezado a caminar con su paso lento pero seguro.
"¡Uf, qué aburrido!", pensó Veloz. "Esa tortuga tardará horas en llegar. Me da tiempo de sobra para echarme una siestecita aquí, bajo la sombra de este árbol tan fresquito."
Y así hizo. Se acurrucó en la hierba y, como el día era cálido y la carrera le parecía muy fácil, se quedó profundamente dormida. Ronc, ronc...
Mientras tanto, Paciencia seguía caminando. Pasito a pasito, sin detenerse. Veía el gran roble a lo lejos y seguía avanzando, un poquito más, y otro poquito más. Pasó al lado de la liebre que dormía plácidamente, pero no le dijo nada. Ella tenía una meta y seguía su camino.
El sol empezó a bajar. De repente, Veloz despertó con un respingo. "¡Ay, caramba! ¡Me quedé dormida!", exclamó. Miró hacia el roble y ¡oh, sorpresa! Vio un puntito que se movía muy cerca de la meta. ¡Era Paciencia!
Veloz se levantó de un salto y corrió, corrió, corrió con todas sus fuerzas, más rápido que nunca. Sus patas volaban sobre el camino.
Pero cuando estaba llegando, jadeando y con el corazón latiéndole muy fuerte, vio cómo Paciencia, con una sonrisa tranquila, cruzaba la línea de meta junto al gran roble.
Los animales aplaudieron a Paciencia. Veloz se quedó sin aliento y un poco avergonzada.
Paciencia la miró amablemente y le dijo: "Ves, amiga Liebre, a veces, ir despacio pero sin detenerse es la mejor manera de llegar."
Y así, la liebre Veloz aprendió una gran lección: no hay que burlarse de los demás y que, con esfuerzo y constancia, se pueden lograr grandes cosas, incluso si no eres el más rápido.
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